El desierto más árido del mundo

valle de la muerte

Si dejas que Chile al tiro organice tu viaje, atente a las consecuencias.

No dejamos a nuestras visitas descansar ni un segundo de su largo vuelo. Tras unas horas en Santiago tomamos un avión rumbo a Calama y desde allí en coche a San Pedro. En menos de 72 horas habían cambiado el otoño alcarreño por la primavera en el desierto de Atacama, pero estaban tan campantes, con ganas de descubrir Chile.

San Pedro es un pequeño pueblo de adobe ubicado en el corazón de algunos de los paisajes más espectaculares de la región, por eso se ha convertido en el centro turístico más importante del país. La verdad es que en ocasiones te sientes en una especie de decorado de cartón piedra diseñado para guiris. A pesar de todo, tiene su encanto y se puede huir de las cuatro calles turísticas llenas de hoteles, restaurantes y agencias de viajes y encontrar ciertos resquicios del antiguo poblado de agricultores y pastores.

laguna miñiques

Alquilamos un coche para huir más aún de los turistas y poder hacer los tours a nuestro ritmo. De esta manera, disfrutamos de la compañía de la familia con tranquilidad y vivimos muchas aventuras en nuestro road trip por el desierto más árido del mundo.

¡No sabían Carmen y Loli dónde se estaban metiendo!

Visitamos el pucará de Quitor, un enclave arqueológico inca que se alza sobre un cerro y domina los campos de cultivo regados por el río San Pedro. Subimos a una inmensa duna para ver el atardecer en el valle de la Luna con sus estéticas formaciones de roca. Recorrimos el altiplano por carreteras interminables hasta adentrarnos en el salar de Atacama y visitar la laguna Chaxa, zona de cría de flamencos. Subimos, con algún que otro apuro, con nuestro cochecito hasta más de 4.000 metros por un camino en mitad de volcanes nevados hasta llegar a las lagunas Miscanti y Miñiques, en plena Reserva Nacional Los Flamencos. Los paisajes son realmente espectaculares y las visitas soportaron estoicamente (y boquiabiertas) la altura, el calor, el frío, el polvo, los trayectos largos y la incertidumbre de no saber dónde íbamos a acabar.

El único tour que contratamos fue para ir a los géiseres del Tatio, pues hay que salir a las 4 de la mañana para llegar a verlos al amanecer, cuando la diferencia de temperatura es mayor y las fumarolas alcanzan la mayor altura. Caminar entre estos 64 géiseres borbonteantes, situados a 4.300 metros de altitud, rodeados por volcanes, mientras amanece, con un frío polar casi insoportable, y con esos fantasmas que aparecen entre el humo, es una experiencia que nunca olvidaremos.